El Instituto de Ciencia de Materiales de Madrid, ICMM-CSIC, ha conseguido uno de los 16 proyectos sinérgicos de I+D otorgados por la Comunidad de Madrid este año. El proyecto implica una dotación económica superior a los 760.000 euros para el desarrollo de un proyecto de investigación competitivo durante tres años, y culminará con una propuesta ultracompetitiva para conseguir una de las prestigiosas ayudas europeas ERC Synergy Grants.
El proyecto del ICMM-CSIC está liderado por el investigador Miguel Camblor, experto en zeolitas reconocido a nivel mundial, y se desarrollará en colaboración con la investigadora de la Universidad Autónoma de Madrid Carolina Belver, experta en foto y electrocatálisis. Uniendo el conocimiento de ambos, van a funcionalizar las zeolitas ultraporosas descubiertas por el equipo de Camblor para que éstas eliminen compuestos orgánicos persistentes: "Se trata de elementos muy tóxicos a concentraciones bajas y que se acumulan en el medio y acaban llegando a los organismos vivos", explica el investigador del ICMM-CSIC.
Las zeolitas son materiales con estructura cristalina que están compuestos por aluminio, silicio y oxígeno. Su principal característica es que, internamente, contiene una red de canales y cavidades de tamaños nanoscópicos (la millonésima parte de un milímetro), lo que les hace muy útiles en aplicaciones como catálisis, absorción de gases y, también, descontaminación. El equipo de Camblor lleva décadas trabajando en ellas y, de hecho, el año pasado crearon la zeolita más porosa del mundo.
"Las zeolitas ultraporosas que hemos descubierto en el laboratorio ya las hemos usado en catálisis y en absorción de contaminantes, pero ahora vamos un paso más allá y vamos a degradar esos contaminantes, vamos a eliminarlos", adelanta Camblor, que avanza que sus estrategias para conseguir su objetivo serán en diferentes direcciones.
Compuestos orgánicos persistentes
Los Contaminantes Orgánicos Persistentes (POPs, en inglés) son sustancias químicas que suponen una amenaza para la salud humana y el medio ambiente de todo el planeta ya que no se degradan en el medio ambiente; son bioacumulables (es decir, se incorporan a los tejidos de los seres vivos); son tóxicos para la salud y tienen potencial para transportarse a larga distancia "pudiendo llegar a regiones en las que nunca se han producido o utilizado", explican desde el Ministerio de Transición Ecológica y Reto Demográfico.
Uno de los POPs más conocidos es el DDT (diclorodifeniltricloroetano), un insecticida que hace décadas se usaba con mucha frecuencia y que ahora se mantiene en el medio ambiente. A él se le achaca la transmisión de plagas y enfermedades como la malaria, ya que actúa sobre los nervios motores y sensitivos de los invertebrados. Otros de los contaminantes más peligrosos son los PFAS (sustancias per- y polifluoroalquiladas): "muy difíciles de eliminar porque el enlace del carbono con el flúor es muy resistente", explica Camblor.
"Son materiales que se han venido usando en la industria de diferentes formas, como aditivos en plásticos, herbicidas... y que ahora suponen un grave problema porque los tenemos en el medio ambiente y no se pueden degradar", alerta el investigador. Ahora, este proyecto tiene tres años para dar pasos importantes en su eliminación.