Javier Méndez en la Pnínsula de Byers

Javier Méndez, investigador del Instituto de Ciencia de Materiales de Madrid, ya está en casa después de pasar varias semanas en el Polo Sur como científico de la Campaña Antártica Española 2023-24, que se ha adentrado en la Antártida para estudiar la biogeografía microbiana y su relación con el cambio climático. Méndez ha viajado como parte del proyecto MICROAIRPOLAR-2, liderado por la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) y con participación de otros organismos como la AEMET, el propio Consejo Superior de Investigaciones Científicas o la Universidad Complutense de Madrid.

"La campaña ha sido un éxito", cuenta satisfecho Méndez, ya desde Madrid. Él ha viajado con  Cristina Casero, Ana justel y Antonio Quesada, todos de la UAM, y ha ido retransmitiendo su viaje a través de las redes sociales del ICMM-CSIC, donde ha compartido imágenes, vídeos, explicaciones científicas y curiosidades antárticas. En total, han estado en la Antártida tres semanas, de las que dos fueron en la Península de Byers, en la Isla Livignston, y otra, a bordo del Hespérides, el buque oceanográfico español. En este tiempo "se han conseguido todos los objetivos programados a pesar de la reducción de días por las inclemencias del tiempo o retrasos en los traslados", celebra el investigador.

El objetivo de MICROAIRPOLAR-2 era descubrir cómo los microorganismos aeronavegantes conectan ecosistemas distantes, desempeñando un papel vital en nuestros sistemas climáticos y ecológicos globales, explican desde la Universidad Autónoma. Para ello, eligieron la península de Byers como base de sus investigaciones por estar prácticamente libre de hielo y por ser considerada "cuna de la diversidad antártica".

"Este ambicioso proyecto tiene como objetivo desvelar cómo los aeronavegantes, una vasta diversidad de microorganismos presentes en la atmósfera, juegan un papel crucial en la conectividad entre ecosistemas, incluso en las condiciones extremas de la Antártida", indica la UAM, que explica que la importancia de estudiar estos organismos "radica en su capacidad para viajar grandes distancias, influenciando disciplinas tan variadas como la epidemiología, la ecología microbiana, el estudio de especies invasoras, la meteorología y la climatología".

Para saber esto se necesitan recoger muestras de aire, para lo que se utilizan colectores: "Una especie de tubo de alumunio por el que se hace pasar el aire y que tiene una vaselina en el centro para que se recojan los microorganismos", explicaba Méndez el año pasado, justo antes de embarcarse en su primera aventura antártica. Ahora, a la vuelta de su segunda expedición, indica que se han recogido más de 130 muestras con una duración media de 6 horas, alcanzando un valor superior a 50.000m3 de aire filtrado.

"Se han obtenido muestras por filtrado del aire usando colectores diseñados y optimizados por nosotros mismos, usando equipos de filtración ciclotrónica (coriolis)", enumera el investigador, que continúa señalando todo lo logrado en estas semanas: "también se han recogido muestras de agua de lluvia, se han obtenido medidas de intensidad, velocidad y distribución de tamaños de gotas de lluvia, se han recogido datos meteorológicos (presión, temperatura, humedad, parámetros de viento) en diversas localizaciones, se han tomado fotos de parcelas de terreno bajo observación periódica...".

El trabajo, por supuesto, no acaba ahí: a partir de mayo que llegarán las muestras recogidas, que son trasladadas a bordo de las neveras del Hespérides. Será entonces cuando los investigadores del proyecto empezarán a ver si los resultados son favorables y si las hipótesis de partida son válidas. "Queremos agradecer a todo el personal de apoyo, guías de montaña, técnicos UTM, meteorólogos de AEMET, personal de las bases, dotación militar en Hespérides y al comité polar por todo el apoyo y toda la ayuda inestimable realizada", concluye Méndez.