Stardust, José Ángel Martín Gago

En poesía, hay quienes asocian la sensación de ausencia de sentimiento, el vacío existencial, al sonido de una turbina. Esto, quizá una metáfora barata, es físicamente real si bajamos al subsuelo. Concretamente, al subsuelo del Instituto de Ciencia de Materiales de Madrid (ICMM), CSIC, donde existe una máquina única en el mundo en cuyo interior hay 'ultra alto vacío'... y que por fuera suena como una lavadora en pleno centrifugado. ¿Qué hace aquí un aparato de ocho metros de largo, que costó cuatro millones de euros, pesa otros tantos kilos y está envuelta en papel de aluminio? Lo que solo hace diez años parecía imposible: crear polvo de estrellas.

Vayamos por partes. La máquina en cuestión se llama Stardust (polvo de estrellas, si lo traducimos literalmente del inglés) y nació hace una década. Al menos en teoría. Fue en 2013 cuando los grupos del físico José Ángel Martín Gago (ICMM-CSIC), el del astrofísico José Cernicharo (IFF-CSIC) y el de la astrofísica Christine Joblin (Universidad de Tolouse, Francia) empezaron el proyecto Nanocosmos, financiado con 15 millones de euros a través del Synergy-European Research Council (ERC): "La idea era entender cómo se forma el polvo cósmico, cuál es el origen de la diversidad química que hay en el universo, que es el principio de la química", rememora Gago, ahora director del ICMM.

Reportaje completo: revista CSIC INVESTIGA.