El investigador del Instituto de Ciencia de Materiales de Madrid (ICMM-CSIC) Íñigo Bretos ha llevado la ciencia del centro a un nuevo nivel gracias a la ONG Solidarios. Fue el pasado sábado cuando el investigador se trasladó hasta la cárcel de Soto del Real para hacerles el taller de 'cerámicas para ver el sonido y respirar agua'.
La ONG Solidarios trabaja con personas en exclusión social en diferentes ámbitos, uno de ellos el penitenciario. A través de un acuerdo con el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, se contactó con algunas de las personas más implicadas en la divulgación de la ciencia para que dieran charlas de 90 minutos a población de prisiones. "Les hablé del carrito de 'Toca la ciencia' y les pareció buena idea", cuenta Bretos.
Tras meses de preparativos y cuadrar agendas, finalmente el día llegó este 28 de octubre, cuando se trasladó hasta Soto del Real junto a cuatro voluntarias de la ONG y el 'carrito' de dos metros de largo en el que se simula un laboratorio portátil. Una vez comprobada la seguridad pertinente para entrar, Bretos se encontró frente a 23 hombres de entre 20 y 50 años, aproximadamente.
Frente a quienes puedan ser reacios a realizar esta clase de actividades con público recluso, el investigador es claro: "No tuve que variar el contenido del taller de ninguna manera por tratarse de un público de prisiones; no tuve que utilizar ni un lenguaje ni unas formas distintas. Además, su actitud fue maravillosa", comenta el investigador, que es también coordinador de la Comisión de Divulgación del ICMM-CSIC. De hecho, tanto él como el equipo de la comisión tienen por objetivo "abrir el enfoque de la divulgación" a entornos más desfavorecidos y estigmatizados. "Es nuestra labor social, con eso la sociedad aumenta su cultura científica y, además, disfruta", defiende.
Durante su jornada con los presos, Íñigo Bretos llevó a cabo el mencionado experimento, que es "muy vistoso", cuenta. "Hicimos experimentos con materiales piezoeléctricos; por ejemplo, vimos a través de ellos cómo tienen el umbral auditivo", detalla, y aquí hace un pequeño alto para comentar cómo la mayoría de los presos "lo tenían bastante bien; en algunos sitios hemos identificado principios de sordera". Después observaron la frecuencia de resonancia de una gota de agua, algo que se utiliza en los nebulizadores ultrasónicos como los humidificaciones del hogar. Finalizaron la práctica con un micrófono en el que podían comprobar cómo era su voz. "Fue el momento más divertido, los presos se trataban como familia y ahí bromearon mucho", comenta.
La experiencia, confirma, no pudo ser mejor: "Pensaba que habría igual cierta parte del público que no prestara atención, pero nada de eso", reconoce. "Vuelvo, seguro", dice sin un ápice de duda tras salir de la actividad. Y no lo hará solo: "Más compañeros y compañeras del proyecto 'Toca la Ciencia' me han dicho que se quieren apuntar", anuncia. Volverá por el puro goce de una actividad inspiradora para ambos sectores, pero también porque se lo pidieron los presos y "es imposible negarse". "La gente de Solidarios lo hicieron muy fácil, pero los presos también", reconoce Bretos, que destaca el interés que pusieron en todo momento y cómo incluso le pidieron consejo sobre su futura salida de la cárcel y las nuevas tecnologías más pujantes a las que se podrían dedicar.