De joven quería ser inventor. Como no había clases de eso, dediqué mi tiempo a desmontar todo lo que encontraba en casa sin preocuparme mucho si sería capaz de volver a montarlo. Gracias a eso mis padres me apoyaron cuando quise elegir una carrera más técnica en el instituto, porque así al menos aprendería a volver a montar las cosas después de desmontarlas.

Como no me quedé satisfecho porque seguía sin saber de verdad cómo funcionaban las cosas, decidí hacer una carrera en física. Allí aprendí muy rápido que aunque hay teorías, nadie sabía explicarme cómo funciona de verdad el universo y que mi don era más el lado experimental de las cosas. En mi universidad a la hora de elegir el master los diferentes grupos de investigación van invitando a toda la promoción a una visita de los laboratorios y una cerveza. Como me gustaron todos los laboratorios, hice mi máster en el grupo donde tenían la mejor cerveza. Allí me dediqué a depositar nanopartículas, formadas en ultra-alto vacío, en substratos diferentes. Luego utilizaba STM para caracterizar sus propiedades.

Durante mi máster me invitaron a hacer el doctorado allí también. En el doctorado me dediqué a mejorar los sistemas experimentales que tenía a mi disposición, y a desarrollar e implementar instrumentos nuevos. Esta última parte me gustó tanto que cuando hubo la oportunidad de hacer el post-doc en IMDEA-Nanociencia montando un equipo nuevo no me pude resistir. En IMDEA he montado un STM a 4 K en ultra-alto vacío y con opción de recolectar o inyectar luz en la unión túnel. Justo cuando la máquina funcionaba bien, me avisaron que había una oportunidad para diseñar y montar otra máquina más grande en el campus Cantoblanco. Así conocí al ICMM y empecé un nuevo viaje.

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